13 de septiembre de 2013

Enredada

Bueno, eso, estoy totalmente enredada y atrasada, lo sé. Pero tengo mis merecidas excusas: luego de repetidos problemas con la computadora, se me borraron dos capítulos de Abnegados, además de algunos relatos y reseñas, y no los pude recuperar :(
Así que me puse las pilas y trataré de "reponer" todo.

4 de septiembre de 2013

Él y ella

Ataque de locura (se me vino de repente a la cabeza):

Invierno: frío, crudo, duro. Nieva con fuerza. Se encuentran en su lugar, solo de ellos. No hay nadie más. Ella mira enfadada como la nieve se acumula en los tejados de las hermosas casas de enfrente. Él, con los brazos cruzados, piensa.
-¿Sabes?-comienza, acercándose por la espalda a ella.- No tienes que seguir con esto.
Ella no parece entender y se aleja tropezando hacia atrás. Alza una ceja.
-¿Seguir con qué?
-Con todo este asunto de “no me gustas, no te miro, no te hablo”, solo por ese estúpido beso.-exclama él.- No seas orgullosa. Admítelo: conseguí enamorarte.
-Cállate, no dejas de decir palabras sin sentido.
Él no se rinde y vuelve al ataque.
-¿Me estás diciendo que no te gusta que te toqué, aunque sea el más mínimo roce? ¿Qué no me miras, pensando en cómo me vería sin ropa?-ríe, disfrutando de verla incómoda.
Sonrojada, ella intenta interrumpirlo, pero él no se detiene.
-Dime, por lo menos, que no tienes el mínimo interés en mí y prometo dejarte. Para siempre. Estoy seguro que encontrarás a alguien tal vez la mitad de guapo que yo, alguien que quizás -resalta- logré dominar una espada. Pero ese afortunado no sabrá cómo sacarte una sonrisa, cómo provocarte esos celos que me encanta, ¡ni siquiera sabrá tus tres palabras que empiezan con la letra C favoritas!
Ella casi deja escapar una sonrisa, pero se controla y aprieta los labios con fuerza.
Él espero una respuesta, perdida en el aire.
-Lo sabía. Estás como un tomate.
-¿Qué…? Debe ser por el calor.
-Es invierno-señala él-. Está nevando.
-Quise decir frío. Sí, a veces hace que la sangre se me vaya a la cabeza.
La chica no tiene ni idea de cómo él logra pescarla en los peores momentos.
-¿Sabes?-exclama él-. No te creo. Es más, estoy seguro de que fue por este beso.
Ella lo mira totalmente confundida, y abre la boca para replicar algo, pero sus labios están sellados con los suaves de él. ¿Interrumpe el beso o disfruta del momento? ¿Se rinde o lucha?
Él o los demás. 

Reseña de Rubí (Kerstin Gier)

Holissss, personitas que leen. Hoy les traigo la reseña de un libro que me encantó. Y es, nada más y nada menos que... ¡Rubí!


Como cualquier otro día, regresé pronto a casa al salir del instituto. Mi tía se había quedado sin sus dulces favoritos y me ofrecí para ir a la tienda a comprar más. Pero en el camino empecé a sentir algo muy extraño: las piernas me temblaban y tuve una sensación rara en el estómago. De repente, la calle desapareció ante mis ojos. Poco después reapareció, pero muchas cosas eran diferentes. Había vuelto al pasado. Me llamo Gwen y soy la última viajera en el tiempo. Así empieza la aventura de mi vida.

Editorial: Montena
Autora: Kerstin Gier
I.S.B.N: 978-987-1783-41-0

Opinión personal:

Rubí, rubí, rubí. No dejaba de leer la palabra Rubí por todos lados y de entrar a las librerías para ver si ya había llegado el libro a Argentina. Me declaro culpable de haber visto primero la película (cosa que no me gusta nada), la cual me encantó, y por eso esperaba con gran entusiasmo el libro. Pero no fue para tanto.
¿Por dónde comenzar?
Gwendolyn en la típica chica imperfecta y con carácter que me gusta como protagonista. El libro está narrado por ella misma, por lo que me la pasé genial leyendo las ocurrencias de Gwen, aunque  a veces encontraba un poco torpe su forma de describir ciertas cosas. La narración es muy completa, puedes imaginarte todo tal cual y no te pierdes ningún detalle.
Y, también nos encontramos con la mala, la que todos odian, la perfecta prima de Gwen, Charlotte. Desde su forma superior que le habla a Gwen, hasta el mero hecho de coquetear con nuestro apuesto protagonista masculino, Gideon De Villiers, me provocó un odio profundo hacia ella. Pero luego le tomé un poco de cariño, hasta llegaba a dar pena, la pobre.
Ahora viene la parte que más me gusta: Gideon. Arrogante, irónico y soberbio. No empieces a odiarlo desde el principio, ya que Gwen hace que se derrita el hielo que tiene en su interior. Hubo momentos en que solo deseaba que desapareciera y dejará en paz a la pobre Gwendolyn, pero esta supo hacerle frente muy bien (¡vivan las protagonistas con carácter!)
Leslie Hay, la mejor amiga de Gwen, es un personaje que, a pesar de ser secundario, tiene una de las mejores personalidades del libro. Curiosa e investigadora, en ningún momento dejó sola a Gwendolyn y la ayudó a revelar todos los misterios de los viajeros del tiempo. Entre sus investigaciones, nos encontramos con Isaac Newton y otros personajes reconocidos que participan en la historia de la logia del conde Saint Germain.
Otros personajes que me agradaron mucho fueron la tía Maddy, que tiene visiones y quiere mucho a Gwen, los misteriosos Lucy y Paul, de quienes todavía no estoy segura si puedo confiar y George, el anciano de la logia más adorable y tierno.
Lo único que me llamó la atención es (una idiotez, pero necesito decirla) la repetición de la palabra “naturalmente”. También me encontré con la duda de que si no hubiese visto la película unas diez veces (soy un adicta, lo admito), tal vez habría tenido un enorme tornado en la cabeza de tantos nombres y cosas que ocurren en la historia.
Así que, sumérgete en esta historia, acompañando a Gwendolyn y Gideon en un viaje por el tiempo (y por el amor), encontrándote con peligrosos personajes y gente misteriosa.

Puntuación: ¡Muy bueno! Recomendado ♥ ♥ ♥ ♥ Los personajes completos y la originalidad de la historia logran compensar el hecho de que se me haya hecho muy corta (¡necesito urgente el segundo, Zafiro!).

ADVERTENCIA: Este libro te generará una peligrosa adicción

2 de septiembre de 2013

Capítulo 4 de Abnegados

Tal como prometí, hoy dejó el Capítulo 4 de Abnegados, el cual creo que quedó un poquitín más largo que siempre. Ah, y si lo lees, ¡comenta! ¡Comenta, comenta, comenta! :D


Capítulo 4

Decir que el comienzo del viaje fue la locura en persona es quedarse bastante corto. Entre los chillidos de entusiasmo de algunas chicas (algo totalmente exagerado, en mi opinión) y los traqueteos que hacía el tren (los cuales te empujaban de un lado a otro. Un chico pelirrojo llegó a caerse de su asiento. Nadie dejó de reír hasta que el tren dobló hacia la izquierda y otras chicas se vieron empujadas, cayendo sobre otros asientos), parecía un loquero. Y ni hablar de la cara de Ian: la falta de humor y alegría más intensa que jamás se haya visto.
Cuando apenas había pasado una hora, Ian se sumergió en un profundo sueño, con ronquidos y todo incluido. Y yo me aburrí al instante.
Intentando no darle una patada, bajé las piernas de su asiento y me paré con un molesto dolor de cuello. El tren por fin parecía bastante controlado: los gritos se habían apagado y varios no hacían otras cosas que escuchar música o hablar en un tono de voz más normal. Otros habían optado por echarse una siesta.
Era extraño pasearse por ese bamboleante tren. Y no, lo extraño no era el bamboleo, sino el ambiente que tenía. El alma de abnegado es algo con lo que naces, ¿cierto? Bueno, en cierto modo, todos los abnegados nacieron de una alma madre, por así decir. No es que seamos todos hermanitos, porque si no entonces estaría un poco asqueada al pensar en la cantidad de parejas abnegadas que conocía, pero el hecho era que había varias conexiones entre nosotros. Una de ellas era la marca de nacimiento abnegada, un patético círculo detrás de la oreja. ¿Acaso no podía ser una increíble figura complicada, un pajarito o, no sé, algo más interesante? No, tenía que ser un círculo.
En fin, otra de las conexiones entre nosotros se puede detectar simplemente al ver los ojos de cualquiera en ese tren. Si agudizas la mirada, llegarás a ver la segunda “marca”, otro genial círculo. Este es plateado y brilla de vez en cuando (hay una teoría sobre eso, pero nunca la supe). Y, al tener esas dos marcas, se podía ver en el aire unos hilitos casi invisibles que nos unían a todos. Más bien se sentían: aunque no los tocases, eran palpables en el aire.
En el tren había tantos que me costaba mucho distinguir de dónde provenía cada uno. Sin embargo, no había tantos como abnegados de dieciséis años que deberían estar dirigiéndose al Instituto para su primer año de formación. Si eras de una familia sumamente importante y tenías bastantes recursos, el Instituto te concedía un año de “pre-preparación”. Absurdo, ¿no? Por lo tanto, iba a estar otro nivel más abajo que otros, iba a saber menos que los otros y seguramente me las arreglaría para hacer el ridículo de mil maneras posibles. ¡Genial!
Entre tantos pensamientos, choqué a un chico pelirrojo, con millones de pecas en la cara y unos ojos azules pequeños.
-¡Ey, mira por dónde caminas!-masculló. Parecía que se había contagiado del mal humor de Ian.
-Lo siento. Tú también podrías mirar, ¿sabes?
Me lanzó una mirada furiosa. Y con eso terminó nuestro gran encuentro. Aunque logró dejarme una fea mueca en la cara. Maldito pelirrojo con pecas.
Cuando volví a mi asiento, Ian seguía dormido, seguramente soñando con quién sabe qué. Estaba demasiado aburrida, así que llegué a la inteligente conclusión de despertarlo, sabiendo que sufría el riesgo de encontrarme con un oso gruñón.
Bueno, se podría decir que soy adivina.
-¡Suelta, Megary!-dijo entre dientes.- ¿Qué hora es? ¿Ya llegamos?
-No lo sé y no.
Recibí una mirada llena de odio.
-¿Y se puede saber por qué rayos me despertaste?
-Emm… ¿necesito socializar con alguien que no sea un malhumorado pelirrojo?
Ian mostró toda la confusión del mundo.
-¿Qué?
-Olvídalo.
Ian se revolvió en el incómodo asiento. Llevaba el cabello todo alborotado y los ojos cansados. Varias veces lo había visto así; no dormía muy bien por las noches. Y tenía ciertos motivos: pesadillas de la muerte de su hermanita menor y mi prima, Apple, lo acosaban cuando dejaba cerrar los párpados. Ella tenía cuatro años, él y yo, nueve. Fue un día espantoso para nuestra familia. Apple había logrado escaparse de la casa, nadie sabe cómo, por la ventana.
La buscamos por todos lados, horas y horas. Entrada la noche, Ian y André volvieron con gruesas lágrimas en los ojos. Ian no podía controlarse, creo que ver esa imagen suya me partió el corazón en mil pedazos.
Apple había sido asesinada a cuchillazos.
Saqué la espantosa imagen de mi cabeza tan rápido como pude. Al pestañear y encontrarme con el pelirrojo mirándome como si estuviese esperando algo, comprendí que me había perdido de algo.
-¿Tienes?-inquirió alzando una ceja. ¿Si tenía qué?
-¿Eh?-solté.
-Unas canicas.-respondió, como si fuese algo obvio.
Okay, estaba totalmente perdida.
-¿Para qué quieres canicas? Estamos en un tren en movimiento…-repliqué. Además que sería un poco raro llevar canicas para un viaje de tres horas.- No creo que consigas unas.
Ian se rió a espaldas del pelirrojo.
-Una chica tiene problemas con la cabeza por las conexiones y no sé qué. Necesitan canicas o algo de vidrio o cristal esférico para opacar los efectos.-me explicó. Canicas para opacar dolores de cabezas… Nunca lo había escuchado.- Por cierto, él es ¿Jordan?
-Ethan.-lo corrigió el pelirrojo.- ¿Tienes o no una canica?
Bueno, podrías pedírmelo mejor, ¿no, Ethan? Malhumorado y además maleducado. Ese tren parecía ser un infierno, tanto por la compañía como por el calor.
-No tengo nada. Puedo acompañarte y ver si puedo hacer algo para ayudar…
-No.-masculló con ferocidad.- Solo serás otro estorbo que añadir a la larga lista de chicas estorbando en el asiento de… esto, ¿cómo era su nombre? Algo con Pat.
Tan delicado.
-Ey, no es necesario hablarle así.-salió a la defensa Ian.- Cuida un poco tu lengüita, creo que está un poco fuera de control.
-¿Con que fuera de control, dices?
Me deslicé fuera del asiento cuando Ethan se dio vuelta para enfrentarse a Ian. Si llegaba a haber una pelea, dudaba mucho que ese pelirrojo pudiera con mi primo, quien había asistido a clases de taekwondo durante ocho años.
Fui rebotando de pared a pared del tren durante el largo recorrido hacia el asiento de la tal Pat. Ethan tenía razón: un millón de chicas se precipitaban sobre una que parecía mucho más pequeña. Su cabello rubio estaba bastante corto, por encima de los hombros, y llevaba un flequillo bien peinado. Los párpados le temblaban y se sujetaba la frente sudorosa con una mano pálida.
¿Es que esas muchachas no se daban cuenta? ¡Eran ellas las que causaban el dolor de cabeza! Por favor, solo pido un poco de cerebro.
-A ver, abran paso.
Empujé a varias chicas, pero estas estaban firmes como postes clavados sobre el piso.
-¡Qué se muevan!-dije un poco más alto. Varias retrocedieron asustadas. Ups.- Abran las ventanas y déjenle espacio, la pobre no puede respirar porque todas están bloqueándole el aire. Y… ¿a ninguna se les ocurrió que todas esas conexiones que están pasando precisamente sobre su cabeza en este momento son de ustedes? Si no me equivoco, esas conexiones provocan su dolor de cabeza así que…
Silencio de chicas intimidadas y que acaban de reconocer lo tontas que son.
-¡Muévanse!
El grupo por fin se abrió y se desparramó a lo largo del pasillo. Pat o como se llamara suspiró aliviada. Sus mejillas comenzaban a recobrar color y los ojos se mantuvieron abiertos, mirándome.
-Gracias. Creía que no llegaría nadie para hacerlas entrar en razón.
-No hay problema. Todos están un poco alterados, ¿no crees?
Sonrió y se apartó el cabello de la cara. Tenía facciones delicadísimas, casi parecía una chica frágil. Y, hablando de fragilidad, una nueva y fuerte sacudida del tren nos tiró a casi todos al piso. Mascullé una incoherencia; me había golpeado contra el borde de un asiento en la cabeza.
Sonó una campana agudísima.
-Bienvenidos al Instituto de Preparación para Abnegados. Por favor, bajen por las puertas izquierdas. No se separen del grupo. Les recordamos que está totalmente prohibido ingresar al edificio con chocolate, armas o artefactos humanos. Quien sea sorprendido con cualquiera de los elementos antes mencionados, será  gravemente sancionado.
»Esperamos que disfruten de su estadía en el Instituto.
Se escuchó otra vez un pitido y el tren comenzó a vaciarse en cuestión de segundos. Pat, la rubia de aspecto delicado, había desaparecido de mi lado. Me apresuré a levantarme del suelo del tren (todo lleno de polvo) y me sacudí los pantalones negros. Como ya no quedaba nadie, no tuve apuro en deslizarme por una de las puertas del tren.
Y me quedé con la boca abierta, bien coma una tonta, mirando el imponente edificio que se alzaba frente a mí. Antiguo, enorme y… guau. Era de piedra gris, con una enredadera trepando hasta atrapar algunas de las ventanas del primer piso. Estas tenían verjas de color negro, con diseños complicados. A cada lado del edificio, se alzaban dos altas torres, con tejados donde varias aves se posaban con elegancia.
El tren estaba a unos veinte metros del  Instituto; el grupo en el que yo debería estar se encontraba cruzando sus puertas, cada uno con sus respectivos bolsos. Genial, no había pisado el lugar y ya había roto una de las reglas: no separarse del grupo.
-¿Te ayudo, Sia?-dijo una voz gruesa a mi espalda. Di un saltito, sorprendida, y luego me giré para encontrarme con un muchacho confundido. Sus rizos rubios le caían elegantemente sobre sus ojos azules, de pestañas largas.- Ah, perdona. Creí que eras…
Alcé las cejas.
-¿Sia?
-Olvídalo. Soy un estúpido que debería estar en otro lugar haciendo otra cosa.-dijo con un resoplido.- Aunque puedo ayudarte, si quieres. ¿Tú no eres de las nuevas? El grupo ya se fue.
-Ya lo sé, no hace falta que me lo recuerdes.-respondí malhumorada.
El chico hizo una mueca y al instante intenté controlarme un poco más.
-Lo siento, ha sido una tortura el viaje. Gracias, igualmente.-respondí con lo que se suponía que debía ser una sonrisa amistosa.
Nos quedamos los dos allí, sin saber qué hacer. Bueno… en realidad era yo la que no sabía qué hacer. ¿Dónde estaba el vagón del equipaje? ¿Tenía que ir a buscar mi baúl o ya se lo habían llevado?
El chico señaló hacia atrás con la cabeza.
-Hay algunos profesores que están terminando de llevar los bolsos de alumnos despistados. No sé quién podía olvidar sus cosas, más en su primer año…
Que gracioso.
-…pero siempre hay alguien.-finalizó con una sonrisa. Sin decir absolutamente nada, comenzó a caminar hacia el edificio con las manos en los bolsillos. Tuve que apresurarme para alcanzarlo.-Soy Trace Webber, ¿tú eres…?
-Megary Chassier.
Sus ojos se iluminaron con una pizca de reconocimiento.
-¿Hija de Jason Webber? Mis tíos trabajaban con él.
¿Se suponía que tenía que sonarme su nombre?
Cuando quise darme cuenta, ya nos encontrábamos frente a la gigante puerta de madera. No sabía si tenía que tocar o qué, ya que la puerta estaba firmemente cerrada. Dejé que Trace introdujera, curiosamente, su dedo en la cerradura.
-¿Qué…?-comencé, pero Trace me ignoró mientras, luego de haber escuchado un clic, sacaba el dedo y se limpiaba la sangre que manaba de un diminuto pinchazo.
La puerta comenzó a abrirse con un crujido. ¿Él…? ¿Había…? Sonrió con suficiencia y me dejó pasar, pisando lo que parecía una obra de arte. El suelo, de mármol gris, cubría un larguísimo pasillo, donde había miles de puertas. Mi grupo, el que me había abandonado en el tren, obstaculizaba mi vista para ver más allá, pero todo era impresionante. Las paredes estaban cubiertas de fotografías, algo inusual (estaban prohibidas en nuestro lado del mundo), todas de estudiantes de años anteriores. También había pinturas increíbles decorando el entorno.
Parecía un castillo, sí. Daba miedo y a la vez era de un cuento de hadas.
Mientras había estado observando todo, Trace había desaparecido de mi lado. Todos con quienes me había cruzado hoy, habían desaparecido como arte de magia. Fríos y arrogantes, como los había descripto mi prima, y además misteriosos.
Busqué a Ian con la mirada. No fue difícil, se encontraba contemplando con el ceño fruncido una de las pinturas. Me acerqué por detrás de él sin hacer ruido.
Dio un saltito cuando hablé junto a su oído.
-Gracias por esperarme.
Se recompuso con rapidez y me miró divertido.
-De nada, primita.
-¿Sabes lo que significa la ironía, verdad?
Lanzó una suave risa y me tomó del brazo para sumergirnos en el mar de gente. Estaba a punto de quejarme de todos los pisotones que estaba recibiendo (tanto en los pies como en otros lugares bastante inusuales para ser pisotones), cuando me di cuenta, razoné y casi grité. ¡Estaba en el Instituto! Daría la prueba  de admisión, aprendería a luchar y sería ¿alguien distinto?

Aunque, ¿yo que iba a saber? Este camino recién comenzaba.

Gracias al que se haya tomado el tiempo de leer♥

30 de agosto de 2013

Anuncios

¡Hola, gente!
Los exámenes comenzaron a aflojar (por fin :P), así que esto es más o menos lo que se publicará en las próximas dos semanas.
Aclaración: intentaré ser lo más puntual posible, pero las fechas no están completamente confirmadas.
Lunes 2/9. Publicación del Capítulo 4 de Abnegados.
Jueves 5/9. Reseña de Rubí (Kerstin Gier)+ Reseña de Oscuros (Lauren Kate).
Sábado 7/9. Posible Capítulo 5 de Abnegados (de no ser así, adelanto)
Entre el lunes 9/9 y el jueves 12/9. Reseña de Cazadores de Sombras. Ciudad de Hueso. (próximamente el resto de la saga).
Por otro lado, ¡ya tengo 8 seguidores! (Shhh, ya lo sé, es absurdo que lo festeje, pero es que ¡estoy tan feliz!) Gracias de todo corazón a quienes se unieron


26 de agosto de 2013

¡Apadrina un blog!

Es una propuesta del blog Leyendo entre Letras, en la cual blog con más de 100 seguidores "apadrinan" a blogs con menos de 100 seguidores. Así que básicamente para ello me uno :D

Clic para acceder
 
Y, pasando a otro asunto, los exámenes parecen estar cayéndome del cielo, así que dudo poder subir muchos capítulos entre esta y la próxima semana :(


16 de agosto de 2013

Reseña "Interlocking Stars", Melissa Loria Rojas

Hoy traigo una reseña especial para alguien especial: Melissa Loria Rojas, conocida también como Meli Scénariste♥ o Meli A. Primero, una pequeña biografía de la autora:



Melissa Loria Rojas, conocida en varios blogs y foros, tiene 15 años y un gran futuro como escritora. Actualmente vive en Costa Rica, su país de nacimiento, donde escribe y lee todo el tiempo.
En su tiempo libre (si es que le queda con tantas cosas que hace), juega al tenis. También es una amante de la música, tanto que hasta toca el violín.
Publicó su primera novela, Interlocking Stars, a los 14 años, siendo esta empezada cuando Mel tenía 13. Pero Melissa no se queda allí, si no que continúa complaciéndonos con Hope is the only thing left (clic para ir a su blog), la novela que se encuentra actualmente escribiendo y que será publicada por Ediciones Sedna. Tiene planeado una continuación de Interlocking Stars, Reaching the Stars, la cual se comenzará a escribir al finalizar la novela antes mencionada.
Escribe en su blog Intertwined Stars (clic para visitarlo) desde que tenía 13 años y sueña con llegar a ser una gran escritora.



Y, ahora sí:

Interlocking Stars
Melissa Loria Rojas
¿¡Ya leíste mi primer libro*-*!?
 
En la historia de la ciencia, la alquimia es una antigua práctica protocientífica y una disciplina filosófica que…
Oh, perdona, ¿te sonó mucho a Wikipedia? Debe ser porque es de allí. Ahora, vamos con los hechos reales: Los alquimistas son lo mejor de lo mejor. Pero tú no quieres una aburrida y larga definición. Para eso está este libro: no encontrarás nada que sea tan interesante y divertido, como lo que puedes encontrar aquí.

Aprilynne es una chica medianamente normal si le descontamos que tiene poderes, que se acaba de mudar a Seattle, con su mejor amiga a una llamada de distancia y que ingresa a una Academia llena de chicas principiantes con hormonas alborotadas. Con un pequeño giro en los acontecimientos, April se verá involucrada en una misión con 1 chico de ojos chocolate, 1 gay, 2 gemelos…y 1 sexy chico bastante arrogante especial, que a lo mejor la conquiste enamore un poco ¿o demasiado?. Juntos, tendrán que buscar lo que todo alquimista desea: la piedra filosofal. Sin embargo…

 
¿Qué hace diferente a este grupo de alquimistas de todos los otros que han ido en busca con el mismo propósito? ¿Qué los hará encontrarla o pensar que pueden?
¿Qué los hace tan especiales?


Editorial: Ediciones Frutilla
Autora: Melissa Loria Rojas
¿Dónde conseguirlo?: CLIC AQUÍ

Opinión personal:
¿Estás listo para sumergirte en una historia de amor profundo, que atraviesa vidas? Aprilynne, una chica graciosa y tierna a veces comienza su primer año en la Academia de alquimistas (ya la palabra lo hace interesante, ¿eh?), donde, acompañada por un grupo totalmente compuesto por chicos, deberá enfrentarse a una lucha por la preciada piedra filosofal.
Antes de que leas este libro, voy a advertirte algo: no confíes en nada de lo que digan los personajes. Varios son tramposos y traicioneros, pero tan adorables que te será imposible odiarlos. Comencemos por el protagonista masculino, Caleb, el chico perfecto. Será el favorito de muchas: nunca se rinde para hacer feliz a su novia y es fastidiado constantemente por un Gabe, quien asegura estar fascinado con él, pero esconde una historia detrás de todo esa atracción.
Jeremy y Joseph, los dos gemelos más guapos y molestos a la vez, te harán reír a más no poder (bah, ¿para que mentir? ¡Te reirás en todas las páginas!). Y, hablando de risas, no olvidemos mencionar a la mejor amiga de April, Scarlet, la chica más rara del mundo.
Hay algo que no dejaré de destacar: a medida que avanzas y lees más y más, notarás como la autora logra escribir cada vez mejor y engancharte cada vez más.
Lo único: me pareció que todo iba demasiado rápido, ¡no te pierdas ningún detalle!
¿Romance? ¿Aventura, drama? ¿Abuelas locas y chicos que te harán babear? ¿Alquimistas? No te pierdas esta genial novela de Melissa Loria Rojas.

Puntuación: ¡Muy bueno! Recomendadísimo ♥ ♥ ♥ ♥










 

14 de agosto de 2013

Capítulo 3

Hola gente de por ahíííííí. Hoy estoy muuuuuy triste (se murió uno de mis gatos :( ), pero, como prometí, aquí está el capítulo 3 de Abnegados.

Capítulo 3.

La llegada a la estación fue estrepitosa. Estaba llena de gente, en su mayoría jóvenes abnegados como nosotros, pero también había varios trabajadores que se dirigían al centro de Hillary. La Estación Oeste de Hillary era un gigantesco edificio de ladrillos rojos, con un destartalado cartel de luces que indicaba la partida y llegada de los trenes. Había unos pocos árboles sin hojas a ambos lados de la puerta principal, la cual no dejaba de abrirse y cerrarse.
El tren partía dentro de unos veinte minutos, así que teníamos tiempo de sobra para hacer todo el papeleo y llevar los bolsos al vagón de equipaje. André aparcó en el estacionamiento y comenzó a sacar todo del coche.

-Ian, ayuda a tu prima con el baúl. Yo llevo tus bolsos.
¡Lo que costó sacar ese enorme baúl del coche! Jadeando, logré que aterrizara en brazos de Ian, quien se inclinó un poco bajo su peso. Fuimos cargándolo, cada uno tomándolo de una manija, hasta la puerta principal. André nos seguía pisándonos los talones; no se separó de nosotros en ningún momento.

Dentro, era todo un enorme bullicio de gente.  Había tanto ruido que era imposible hablar con alguien que tenías al lado, y hacía tanto calor que pronto ambos nos quitamos nuestros abrigos. Ian llevaba una camiseta ajustada al cuerpo de color azul y pantalones negros. Era un chico atractivo para mí, al estilo clásico. Era bastante flacucho y alto, de cabello castaño perfectamente peinado y ojos color azul. Casi siempre iba con el ceño fruncido, no de muy buen humor, y pateando cosas mientras caminaba. Lo único que lograba apaciguarlo era la pintura, básicamente vivía de ello.

Apenas dimos unos pasos dentro del enorme edificio, una joven rubia de enormes ojos celestes, se nos acercó. En su blusa blanca llevaba una plaquita donde decía Sofía. Ian le lanzó una miraba de aprobación antes de que esta comenzara a hablar.

-Buenos días, bienvenidos a la Estación Oeste de Hillary. ¿Les molestaría decirme que tren tomarán? Ya mismo recogeremos sus datos.

-Nuestro tren es el de las cinco de la tarde, con destino al Instituto de Preparación.-dijo Ian con una sonrisa provocadora.

 Lo fulminé con la mirada. ¡La acababa de conocer!

-¿Dónde dice que podemos completar los papeles?-dije en tono cortante y con una sonrisa fingida.

Sofía nos regaló una enorme sonrisa y comenzó a abrirse paso entre la gente, indicándonos que la siguiéramos. Ian no ayudó a cargar mi baúl, se dedicó a observar el trasero de Sofía, con una gran sonrisa de satisfacción en la cara. Su padre no parecía darse cuenta de nada, o simplemente lo dejaba pasar.

Lo golpeé con el hombro al pasar, pero siguió con su cara de embobado.

La rubia nos condujo al vagón de equipaje, donde tomaron nuestros datos con rapidez y pegaron varias etiquetas en nuestros bolsos. Sofía nos volvió a llevar a corridas hacia una pequeña oficinita, lugar donde nos pidieron nuestras huellas digitales y nos sacaron una fotografía a cada uno –la mía tan asquerosa como puedas imaginarte –y armaron en tan solo unos minutos nuestras tarjetas de identificación.

Mi tío no dejó de seguirnos ni por un segundo, mirando nerviosamente a su alrededor. Había demasiada gente, gente que empujaba, gritaba y corría de un lado para el otro. Familias despidiéndose, algunas entre lágrimas de orgullo, otras nerviosas. La tensión ansiosa que recorría la estación me contagió, por lo que no dejé de apretarme las manos, apretar las de Ian, y ponerme de puntillas para ver cuando partía el viejo tren.

Para que mentir: estaba nerviosa, asustada y entusiasmada. Quería que todo ocurriera ya mismo, que terminara el año y que pudiese volver a mi hogar. ¿O acaso quería llegar al Instituto y aprender a utilizar mi alma de abnegada?

Uf. Sí, era esa expresión la indicada: uf, uf, uf.

-Por dios, Megs, quédate quieta.-masculló Ian.

-No.

Giró la cabeza de golpe y se encontró  conmigo de brazos cruzados. Alcé las cejas.

-Necesito descargarme. Si no voy a explotar.

-¿Qué es lo que te pone tan nerviosa? No nos van a cortar la cabeza ni nada…

Abrí los ojos con espanto e Ian se encogió de hombros. André me rodeó con un brazo y miró a Ian con severidad.

-Ian, por favor. Intenta no alterarla más de lo que ya está, ¿quieres?

Suspiré e intenté relajarme. Esto se me estaba yendo de las manos. No nos iban a cortar la cabeza ni nada, intenté convencerme. Respiré profundamente, aflojando mis manos tensas.

 Se escuchó el silbato del tren, teníamos que subirnos ya mismo. Lancé un gemido apenas audible.

El ruido y las corridas se multiplicaron por mil. André nos condujo –a mí, mejor dicho me arrastró –hacia nuestros vagones. Ian me miró con el ceño fruncido, parecía estar pensando que de verdad yo había perdido los únicos tornillos que me quedaban y que apenas tuviese la oportunidad, iba a escapar.

La despedida fue tan breve que necesité recibir varios empujones de parte de Ian para reaccionar y despegarme del suelo. Me sentía como una niña en su primerísimo día de clases, una cobarde que no quiere dejar a su mamá. No se atreve a ver lo nuevo ni experimentar lo difícil. Algo la aferra a su hogar, su tierra de recuerdos; algo tira de ella hacia lo desconocido. ¿Era yo esa niña, o en realidad podía llegar a ser igual de valiente que mamá? Ella, que lo había dejado todo para cumplir con su papel de abnegada a la perfección. Había dejado que acabasen con ella sin miedo a saber que habría después. ¿Y yo ni siquiera podía subirme a un estúpido tren?

Suspiré y moví las piernas hacia adelante. Unos hombres me ayudaron a superar la enorme distancia entre el vagón y el suelo. Ya no había vuelta atrás.

Dentro, todo era una enorme estufa. Se escuchaban risas y grititos de entusiasmo; claro, ¿cómo no? Era un tren lleno de adolescentes con las hormonas a tope. Adolescentes que pronto comenzamos a sudar como locos y a abrir las ventanas en un ataque de desesperación.

Las paredes de los vagones eran de un verde oscuro, sucias y descuidadas, y ninguna de ellas estaba vacía. Ya fueran fotografías viejísimas o luces –algunas funcionando, otras titilando –, las paredes que nos rodeaban parecían de otra época. Era un tren precioso. Aunque podría tener un mejor aroma…

Los pasillos angostos eran intransitables, recibí montones de empujones hasta poder llegar a un par de asientos libres. Ian se me perdió en el camino, así que tuve que sumergirme en ese océano de gente hasta encontrarlo y arrástralo a los asientos. Estos eran de cuero marrón, totalmente desgastado y con algunos garabatos.

Acabamos sentados, totalmente exhaustos.

-¡Esto es el infierno!-me quejé, apartándome el cabello de la cara.- Podrían limpiar un poco este lugar.

-Deja de quejarte ya, Megs. ¿Es que no has visto ya la cantidad de chicas guapas que hay ahora mismo en este tren? ¡Es fantástico!

Guau. Ese era mi primo.

-¿Piensas esperar a pisar el Instituto para comenzar a besarte con todas las chicas?-le sonreí. Ian necesitaba a una mujer para vivir, como si del agua se tratase.

-De hecho…

Agachó la mirada, sin dejar de sonreír.

-¡Ian!-mascullé. Abrí los ojos y alcé las cejas con horror.- Dime que no es cierto, porque si no…

-¿Qué crees, primita? No, todavía no he capturado ninguna presa, quédate tranquila.

Rió con fuerza. Era increíble.

-No sé si tu hermana ya te lo ha dicho, pero las reglas en el Instituto son severas y no cumplirlas te dejará mal parado. Si no me equivoco, andar besándose por los pasillos no es algo muy recomendable, en especial con la directora paseando por ahí.-aseguré. Y no mentía. Luego me acerqué a él, poniendo mi mejor cara dramática.-Por favor, Ian, no dejes que te echen el primer día. Piensa en tu adorable prima. ¿De verdad me dejarás sola?

Me siguió el juego al instante y su expresión se transformó completamente. Intenté no reírme, aunque fue en vano.

-¡No lo haré, Megary! ¡Prometo no abandonarte nunca!-gritó con voz grave y graciosa. Unas chicas que pasaban por al lado nuestro nos miraron con cara extraña. Ian se acomodó con rapidez.- Hola, chicas. ¿Disfrutando del viaje?-dijo utilizando su tono seductor.

Reí a más no poder al ver como las chicas salían ahuyentadas.

Cuando conseguimos calmarnos del ataque de risa, conseguí acomodarme con mis piernas sobre las suyas. Él ni se inmutó, aunque eso no era de esperar. Esa posición solía acompañarnos la mayoría de las tardes que compartíamos; ya era una vieja costumbre.

 Ian abrió la boca para decir algo, pero un pitido que sonó a lo largo de todo el tren y que nos dejó una mueca en la cara a todos lo interrumpió. Varios sacaron los brazos por las ventanillas para saludar a sus familias por última vez mientras el tren partía. Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero, pero esta vez era de emoción.

Era el comienzo de lo que sería un largo año.


¡Espero que te haya gustado, personitaqueestáleyendoesto!

13 de agosto de 2013

Reseña de "Hush, hush", Becca Fitzpatrick

Hush, hush
Becca Fitzpatrick
 
Nora Grey, una alumna aplicada en busca de una beca para la universidad, vive con su madre viuda en una granja a las afueras de Portland, Maine. Cuando Patch se convierte en su nuevo compañero de instituto, Nora siente a la vez atracción y repulsión hacia este extraño personaje que parece tener acceso a sus pensamientos. Luego se entera de que Patch es un ángel caído que quiere convertirse en humano. Nora está bajo su control, pero hay también otras fuerzas en juego y de repente se encuentra viviendo hechos inexplicables y en medio de una situación muy peligrosa.
 
Editorial: Ediciones b
Autora: Becca Fitzpatrick
I.S.B.N: 9788466644174
 
Opinión personal
Este libro me encantó y nunca deja de aburrirme a pesar de que lo leo una y otra vez. ¿Por su forma sencilla de narrar? ¿O por sus personajes misteriosos y cautivantes? Hush, hush te dejará con ganas de más y no tardarás más de unas pocas horas en terminarlo.
Este fue el primer libro de ángeles que leí, así que me pareció de lo más original, en especial ya que me estaba hartando un poco de la temática de vampiros-licántropos.
Voy a admitirlo: a diferencia de mucha gente -por lo que he leído-, Nora Grey, la narradora, no me pareció en absoluto molesta o aburrida. Sí, puede ser que de vez en cuando se fuera de tema, pero me gustó bastante como personaje.
Patch Cipriano. En definitiva es mi personaje masculino favorito. Chico malo+seducción oscura= Patch. Por otro lado, Vee Sky, mejor amiga de Nora, no me gustó para nada. Me hubiese gustado que a  Marcie Millar, la chica mala de la historia, la autora le diera un poco más de protagonismo en el primer libro, y tal vez me esperaba un poco más de... esencia de chica mala...
Misterio, romance y puros nervios hasta llegar a la última página van a acompañarte a lo largo de esta novela.

Puntuación: ¡Fantástico! Léelo ya mismo ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ (sí, ya se que faltaron algunas cosas, pero no vas a arrepentirte de leerlo).



Y... traigo una reseña super especial para dentro de poco (me faltan unos cuantos capítulos para terminar), que es nada más y nada menos de Interlocking Stars, de Melissa Loria Rojas (puedes acceder a su blog haciendo clic AQUÍ, y leer su novela haciendo clic AQUÍ)

El capítulo 3 de Abnegados prometo tenerlo publicado para esta semana (ando con millones de exámenes D:)
 

8 de agosto de 2013

Esa de ahí

La chica que va con la cabeza baja en los pasillos, mirándose los pies, siendo empujada por todos lo demás. A la que la falda del uniforme le llega hasta las rodillas, esa chica que tiene granitos y pelo asqueroso.
Algunos nunca la ven, a pesar de cruzarse con ella todos los días. Los demás e piden siempre la tarea. Otros la utilizan como el centro de las bromas, tal vez solo porque les parece divertido ver como se pone colorada. Pero, dentro, ella está sufriendo más que nadie en el mundo.
Ella, que tiene buenas notas, y por eso es considerada una "cerebrito". Ella, que hubo veces que se le ocurrió no estudiar para desaprobar y "ser parte del grupo". Solo quiere que la incluyan.
La única que no le gusta salir a bailar, pero en su habitación crea los mejores conciertos solistas. La que lee en vez de ver los programas materialistas. La que escribe y dibuja, pero nunca le ha mostrado nada a nadie.
No tiene amigos; nunca los tuvo. Y eso hace que se encoja por dentro cada vez más.
Antes de dejarla de lado por ser diferente, piensa que dentro de ella hay algo retorciéndose, solamente porque tú no la quieres.

2 de agosto de 2013

¡Cambio!

Tuve una idea super rara y no tengo ni idea, pero he vuelto a escribir los primeros capítulos de Abnegados (sigue con la misma trama e historia). Lo único que cambia es el narrador, que pasa a protagonista (o sea, primera persona). También le agregue algunas cosillas, peor nada importante ;)

El Cap.1 reescrito y actualizado puedes encontrarlo haciendo clic AQUÍ, en su post original :D
El Cap. 2 actualizado, léelo AQUÍ :)

30 de julio de 2013

¡Capítulo 2! Abnegados

Holaaa gente que esté por ahí :D

Dejo el Capítulo 2 de Abnegados por aquí para que lean♥



Capítulo 2

Las cenas en mi pequeña y humilde casa no eran más que silenciosas. Éramos tres en la mesa: papá, Savannah y yo. ¿Dije tres? Quise decir cuatro: también mi gato pelirrojo, Ronquidos, tomaba asiento en una de las sillas.

 Era momento de anunciarle la gran noticia a papá. Él de seguro ya sabía que la carta llegaría algún día, pero no tan pronto. Ahora tendría que pasar por el terrible momento de ver como sus ojos se oscurecían, recordando con melancolía a mamá.

Carraspeé, incómoda.

-Papá…-comencé, dudosa-. Ha llegado una carta ayer por la tarde.

Levantó la cabeza con una sonrisa.

-¿Acaso no será de tus primos? La tía Lena me comentó que hoy te habían enviado un paquete con algo especial. No creí que llegaría tan rápido.

-No, seguramente se retrasará por la lluvia.

Silencio.

Savannah nos miraba, a padre e hija, como si estuviésemos jugando un partido de tenis.

Él se me quedó mirando, mientras yo jugaba con la cuchara y miraba a cualquier lugar menos a sus ojos.

-Entonces…-dijo, haciendo una seña con su mano para que continuara hablando.

-Es del Instituto de Preparación.-solté con apenas un hilo de voz.

Savannah emitió un gemido apenas audible. Me atreví a alzar la cabeza lentamente para ver su reacción. Curiosamente, no había ni un rastro de emoción en su cara. Nada. Savannah me miró con curiosidad de reojo. Ninguna de las dos entendía.

-Magnífico, mi niña. Serás una gran abnegada, tal como tu madre.

Se me hizo un nudo en la garganta; tragué, confundida.

-P-pero…-tartamudeó-. Papá… ¿no te molesta? ¿No estás asustado?

Savannah tomó su plato y retiró los demás, dirigiéndose a la cocina.

Papá suspiró con pesadez y dejó caer la cabeza hacia adelante. Su cabello color miel tapaba sus ojos; pronto tendría que cortárselo. Acababa de afeitarse, dejando ver una piel color tostada. Y sus ojos… Ah, sus ojos. Estaba profundamente enamorada de ellos desde que los había visto. Eran azules, pero no como el cielo, ni como el mar en plena tormenta, eran… indescriptibles. Tenían motas de diferentes tonos de verdes y violetas, con un resplandor especial. Esos ojos parecían tener personalidad propia, me dije con una sonrisa interior.

Ahora me miraban con orgullo.

-¿Asustado? Para nada. Confío en ti, cariño. Sé que puedes hacerlo mejor que cualquier otro abnegado en el mundo. ¿Sabes? Desde niña tenías ese instinto protector.- Ahora sonreía y acariciaba una de las manos de la joven-. Cuidabas de los animales, de tus primos menores, de nosotros. Apuesto cualquier cosa a que Rose estaría tan, pero tan orgullosa de ti que podría volar.

Sonreí y reí ligeramente. Tal vez de verdad estuviese volando sobre nuestras cabezas en ese preciso instante. La extrañaba tanto…

-Megs, recuerda que en el mundo no hay persona más fuerte…

-…que uno mismo.-completé rodando los ojos. Él no había dejado de decírmelo desde que mamá nos había dejado.

Se levantó de la mesa y se acercó a mí con una sonrisa en la cara. Me abrazó con dulzura y en menos de un instante, bailábamos como si fuéramos niños. Papá cantaba. Cantaba como un ángel de alas que podrían ocupar todo un cielo. Suave como el algodón y majestuoso como un león.

Por desgracia, yo no había heredado ni una pizca de su hermosa voz. La mía era más bien… espantosa. Cuando era niña no me importaba y cantaba con él. Por un momento nos vi, a los tres, desparramados en el jardín, jugando, cantando, comiendo, juntando flores, hablando de los secretos de la vida.

Me apreté a su pecho y escuché su corazón. Latía con fuerza y decisión.

-Anda, ve a la cama. -susurró, rompiendo el momento mágico de padre e hija-. Estoy tan cansado que podría dormirme sobre una cama de clavos.

-Buenas noches, papá.

Tomé con torpeza al gato en brazos y me lo llevé a mi habitación. Subí las escaleras sonriendo, con un gusto fuerte a dulzura y confianza. No me duché, tampoco me molesté en cambiarme, solamente me metí en la cama, esperando que la agradable sensación que me inundaba el cuerpo permaneciera allí y ahuyentara las pesadillas.

Ronquidos se acurrucó pegado a mis piernas y no dejó de ronronear en toda la noche. Detestaba el nombre que yo misma le había puesto al gato varios años atrás, siendo una niña inocente. Era tan estúpido e infantil.

Shakespeare. Ese era un nombre excelente, pensé con angustia. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?

Por la mañana

Tuve unos extraños sueños donde Ronquidos era Hamlet y repetía una y otra vez sus diálogos. Y llevaba ropa puesta. Fruncí el ceño a medida que más y más escenas del sueño reciente aparecían en mi cabeza.

Al despertar, me encontré con un paquete en la mesilla de luz. Lo tomé con un ojo cerrado y el otro entreabierto, todavía dormida. Me lo habían enviado mis primos: Alissa, Ian y Katia, todos hermanos de June.

Lo primero que salió del sobre fue la invitación. Un lindo sobre artesanal se deslizó hasta caer con suavidad en la cama. Lo abrí con delicadeza y lo leí con una sonrisa en la cara. Anunciaba el casamiento de Lena Chassier y André Jolie-mis tíos de parte paterna-, el sábado, en la playa.

Con bronca, dejé a un lado la invitación. No iba a estar en casa en esa fecha: ya estaría en el Instituto y, aunque fuesen mis tíos, no creía que me permitiesen salir en la primera semana. Suspirando, saqué las otras dos cartas del paquete.

La primera era de Alissa y Katia, las dos gemelas de trece años. Estaban felices y ansiosas por la carta que había recibido, y querían que le contara todo en cuanto llegara. La metió en el baúl, para recordarse escribirles.

La segunda era de Ian, algo así como mi mejor amigo desde que tenía memoria. Sí, era mi primo, pero había una conexión entre los dos imposible de evitar. Él también había recibido su carta de la Instituto (ya que teníamos la misma edad) y no dejaba de despotricar contra su madre, quien quería prepararle una fiesta de despedida. No estaba de humor para nada y lo único quería hacer era pasar el día pintando y, para colmo, se le habían acabado los pinceles.

Me reí con ganas. Ian tenía un carácter horrible y yo no podía aguantar la risa cuando lo veía tirando todo por su habitación con bronca por simples estupideces. Iba pensando en esa vez que Ian rompió un vaso solo porque estaba lloviendo, cuando tropecé con algo que estaba tirado en el piso. Era frío y duro, necesité levantarlo para ver que era.

Un medallón de bronce con forma de triángulo, casi tan pequeño como una gota de agua, colgado de una cadenita casi invisible. Nunca lo había visto, sin embargo sentí familiar las luces que emitía cuando lo movía entre los dedos. Casi se me cae cuando se abrió la puerta de un golpe. Pegué un saltito y cerré la mano sobre la cadena, sin saber muy bien por qué.

Savannah llevaba la bandeja con el desayuno y una gran sonrisa. 

-Buenos días, mi niña.-saludó, apartando las cartas de la cama y depositando allí la bandeja-. Hoy será un día sumamente largo, así que lo mejor será que apenas termines de desayunar, controles que todo lo que tienes que llevar esté guardado. A eso de las tres de la tarde, pasarán tus tíos con Ian a buscarte para llevarte a Hillary. Así que antes de almorzar tienes que estar duchada y cambiada, ¿de acuerdo?

Hablaba sin parar, de manera rápida y entrecortada. Se apartó los mechones canosos que interrumpían su vista y, sin perder ni un segundo, abrió las cortinas. Luego, sin decir nada, se marchó casi corriendo.

Seguí a pie de la letra lo que Savannah me había dicho. Desayuné con tranquilidad el café con leche y toda la comida que estaba en la bandeja. Apenas terminé, recordé que todavía apretaba con fuerza la cadenita del triángulo.

El ser tan simple la hace especial, pensé, ya que no entendía la enorme fascinación que me producía ese diminuto triangulito. ¿Qué cosa eres? ¿De dónde saliste?

 Dejé la cadenita en la mesilla de luz y me dirigí al armario de la ropa para tomar una remera sin mangas negra y unos pantalones.

Me duché mientras tarareaba una canción cuyo nombre no recordaba. Y me caí. Mascullé un par de maldiciones. Joder, ¿por qué tenía que ser tan torpe? Me levanté, resbalando cada vez más. Me resigné a ponerme de pie, y quedé ahí despatarrada, sintiendo como el agua caía sobre mí.

Era patética. Simplemente ese término me resumía.

 

 

Luego de almorzar, fue el momento de que me despidiera de Savannah, a quien no vería por lo menos dentro de un año. Ella derramó gran cantidad de lágrimas porque “su niña estaba tan grande y ella estaba tan orgullosa de que ya se convirtiera en una mujer valiente y fuerte”.

Mientras me abrazaba con fuerza, me susurró en el oído:

-Estoy segura que serás mucho mejor que cualquiera allí. Todas las chicas te envidiarán por ser la mejor y ningún chico se resistirá a ti.

Me mordí la lengua; no quería decepcionarla.

Me dirigí a la puerta, e intenté abrirla, forcejeando con la manija. A pesar de que no dejaba de tironear, la maldita puerta no quería abrirse. Después de unos tirones, salí disparada hacia atrás. Ian me miraba y miraba a la puerta, confundido. Cuando al fin comprendió que el idiota había logrado lanzarme al piso, largó una sonora carcajada.

-También me alegro de verte, Ian.-resoplé, levantándome del suelo.

-Siempre es un honor verte tirada por ahí.-sonrió y me ofreció una mano, la cual rechacé. Le di la espalda y tomé mi baúl.- Buenos días, Savannah. Traje una tarta que envía mi madre, ¿dónde puedo dejarla?

Ian y Savannah desaparecieron en la cocina, momento que aproveché para correr hacia mi habitación y buscar en los papeles de la mesa de luz la cadenita. No estaba. Respiré entrecortadamente. De verdad quería llevarla. ¿Dónde se había metido?

Revolví la habitación, hasta que con suspiro recordé haberla guardado en uno de los bolsillos de mi pantalón. En efecto, allí estaba. Bajé las escaleras, aliviada. No quedaba nadie dentro de la casa, así que salí al exterior, donde el cielo encapotado cubría la ciudad.

Mi tío, André, estaba al volante del viejo coche de color negro. Papá metía mi baúl en uno de los asientos traseros, mientras que Ian observaba el cielo con mirada pensativa.

-¿Ya salimos? Porque el cielo está a punto de estallar.-dijo Ian abriendo una de las puertas del coche.-Ven, Megs, viajas en el asiento de atrás.

-¡Ya voy!

Papá se acercó y me abrazó por unos pocos segundos. Ya nos habíamos despedido antes y no tenía ganas de hacer una escena, así que me aparté con rapidez y me metí en el coche. Desde la ventana, observé como las primeras gotas comenzaban a caer y a mojar a Savannah y a mi padre. Ambos me saludaban desde la puerta de casa.

Agité la mano mientras el coche se ponía en marcha y me hice una promesa a mí misma: haría que ellos estuvieran orgullosos de mí.
 
 
Si te gustó, si no te gustó o si no sabes que haces aquí, no te olvides de comentar ;)
Mel♥

29 de julio de 2013

Nuevo look + Reseña de Dark Divine

Sip, le he dado un cambio radical al blog :)


Dark Divine, de Bree Despain
Grace Divine, hija del pastor local, siempre supo que algo terrible había sucedido la noche que Daniel Kalbi desapareció y su hermano Jude llegó a casa cubierto de su propia sangre. Ahora que Daniel ha vuelto, Grace debe elegir entre su creciente atracción hacia él y la lealtad a su hermano. A medida que Grace se acerca a Daniel, conoce la verdad sobre aquella misteriosa noche, y descubrirá que debe salvar a aquellos que ama, incluso a costa de su bien más preciado: su alma.
Editorial: Ediciones B
Autora: Bree Despain
ISBN: 9788466645416
 

Opinión personal:

Dark Divine me atrapó desde que leí la contratapa. Logra crear un buen misterio desde las primeras páginas y te anima a descubrir el "gran" secreto. Además, sus personajes colaboran a la mar de bien, ya que te dejan pensando: "Dime más, ¡dime más!"
Grace Divine, nuestra protagonista, es una chica inocente y correcta. Al ser la hija del pastor tiene ciertas obligaciones y cierta imagen que guardar, pero al encontrarse con Daniel en el instituto... parece que todo se le quiebra. Me ha fascinado esta chica, no les miento, al igual que la forma en que está narrado. A veces se la puede ver de un humor terrible, pero eso es todo.
Daniel Kalbi. Oh, Daniel, si que me hizo derretir. Es tan misterioso que había veces que estaba segura que hasta la mismísima Grace tenía ganas de agarrarlo y gritarle para que le rebelara todo. Me encantó la forma en que se trataban él y Grace y todas sus escenas eran simplemente perfectas.
Jude, por otro lado, el hermano de Grace, oh, es un tipo que logro asustarme numerosas veces. Y, April, la mejor amiga de Grace no me pareció tanto a como la describía Grace.
 
Si no te gusta sentirte intrigado, este libro no es para ti. Pero, ¡es fantástico!
 
Puntuación: ¡Muy bueno! Recomendado ♥ ♥ ♥ ♥