Bueno, eso, estoy totalmente enredada y atrasada, lo sé. Pero tengo mis merecidas excusas: luego de repetidos problemas con la computadora, se me borraron dos capítulos de Abnegados, además de algunos relatos y reseñas, y no los pude recuperar :(
Así que me puse las pilas y trataré de "reponer" todo.
13 de septiembre de 2013
4 de septiembre de 2013
Él y ella
Ataque de locura (se me vino de repente a la cabeza):
Invierno: frío, crudo, duro. Nieva con fuerza. Se encuentran en su lugar, solo de ellos. No hay nadie más. Ella mira enfadada como la nieve se acumula en los tejados de las hermosas casas de enfrente. Él, con los brazos cruzados, piensa.
Invierno: frío, crudo, duro. Nieva con fuerza. Se encuentran en su lugar, solo de ellos. No hay nadie más. Ella mira enfadada como la nieve se acumula en los tejados de las hermosas casas de enfrente. Él, con los brazos cruzados, piensa.
-¿Sabes?-comienza, acercándose por la espalda a ella.- No
tienes que seguir con esto.
Ella no parece entender y se aleja tropezando hacia atrás.
Alza una ceja.
-¿Seguir con qué?
-Con todo este asunto de “no me gustas, no te miro, no te
hablo”, solo por ese estúpido beso.-exclama él.- No seas orgullosa. Admítelo: conseguí
enamorarte.
-Cállate, no dejas de decir palabras sin sentido.
Él no se rinde y vuelve al ataque.
-¿Me estás diciendo que no te gusta que te toqué, aunque sea
el más mínimo roce? ¿Qué no me miras, pensando en cómo me vería sin ropa?-ríe,
disfrutando de verla incómoda.
Sonrojada, ella intenta interrumpirlo, pero él no se
detiene.
-Dime, por lo menos, que no tienes el mínimo interés en mí y
prometo dejarte. Para siempre. Estoy seguro que encontrarás a alguien tal vez
la mitad de guapo que yo, alguien que quizás -resalta- logré dominar una espada.
Pero ese afortunado no sabrá cómo sacarte una sonrisa, cómo provocarte esos
celos que me encanta, ¡ni siquiera sabrá tus tres palabras que empiezan con la
letra C favoritas!
Ella casi deja escapar una sonrisa, pero se controla y
aprieta los labios con fuerza.
Él espero una respuesta, perdida en el aire.
-Lo sabía. Estás como un tomate.
-¿Qué…? Debe ser por el calor.
-Es invierno-señala él-. Está nevando.
-Quise decir frío. Sí, a veces hace que la sangre se me vaya
a la cabeza.
La chica no tiene ni idea de cómo él logra pescarla en los
peores momentos.
-¿Sabes?-exclama él-. No te creo. Es más, estoy seguro de
que fue por este beso.
Ella lo mira totalmente confundida, y abre la boca para
replicar algo, pero sus labios están sellados con los suaves de él. ¿Interrumpe
el beso o disfruta del momento? ¿Se rinde o lucha?
Él o los demás.
Reseña de Rubí (Kerstin Gier)
Holissss, personitas que leen. Hoy les traigo la reseña de un libro que me encantó. Y es, nada más y nada menos que... ¡Rubí!
Como cualquier otro día, regresé pronto a casa al salir del
instituto. Mi tía se había quedado sin sus dulces favoritos y me ofrecí para ir
a la tienda a comprar más. Pero en el camino empecé a sentir algo muy extraño:
las piernas me temblaban y tuve una sensación rara en el estómago. De repente,
la calle desapareció ante mis ojos. Poco después reapareció, pero muchas cosas
eran diferentes. Había vuelto al pasado. Me llamo Gwen y soy la última viajera
en el tiempo. Así empieza la aventura de mi vida.
Editorial: Montena
Autora: Kerstin Gier
I.S.B.N: 978-987-1783-41-0
Opinión personal:
Rubí, rubí, rubí. No dejaba de leer la palabra Rubí por
todos lados y de entrar a las librerías para ver si ya había llegado el libro a
Argentina. Me declaro culpable de haber visto primero la película (cosa que no
me gusta nada), la cual me encantó, y por eso esperaba con gran entusiasmo el
libro. Pero no fue para tanto.
¿Por dónde comenzar?
Gwendolyn en la típica chica imperfecta y con carácter que
me gusta como protagonista. El libro está narrado por ella misma, por lo que me
la pasé genial leyendo las ocurrencias de Gwen, aunque a veces encontraba un poco torpe su forma de
describir ciertas cosas. La narración es muy completa, puedes imaginarte todo
tal cual y no te pierdes ningún detalle.
Y, también nos encontramos con la mala, la que todos odian,
la perfecta prima de Gwen, Charlotte. Desde su forma superior que le habla a
Gwen, hasta el mero hecho de coquetear con nuestro apuesto protagonista
masculino, Gideon De Villiers, me provocó un odio profundo hacia ella. Pero
luego le tomé un poco de cariño, hasta llegaba a dar pena, la pobre.
Ahora viene la parte que más me gusta: Gideon. Arrogante,
irónico y soberbio. No empieces a odiarlo desde el principio, ya que Gwen hace
que se derrita el hielo que tiene en su interior. Hubo momentos en que solo
deseaba que desapareciera y dejará en paz a la pobre Gwendolyn, pero esta supo
hacerle frente muy bien (¡vivan las protagonistas con carácter!)
Leslie Hay, la mejor amiga de Gwen, es un personaje que, a
pesar de ser secundario, tiene una de las mejores personalidades del libro.
Curiosa e investigadora, en ningún momento dejó sola a Gwendolyn y la ayudó a
revelar todos los misterios de los viajeros del tiempo. Entre sus investigaciones,
nos encontramos con Isaac Newton y otros personajes reconocidos que participan en
la historia de la logia del conde Saint Germain.
Otros personajes que me agradaron mucho fueron la tía Maddy,
que tiene visiones y quiere mucho a Gwen, los misteriosos Lucy y Paul, de
quienes todavía no estoy segura si puedo confiar y George, el anciano de la
logia más adorable y tierno.
Lo único que me llamó la atención es (una idiotez, pero
necesito decirla) la repetición de la palabra “naturalmente”. También me
encontré con la duda de que si no hubiese visto la película unas diez veces
(soy un adicta, lo admito), tal vez habría tenido un enorme tornado en la
cabeza de tantos nombres y cosas que ocurren en la historia.
Así que, sumérgete en esta historia, acompañando a Gwendolyn
y Gideon en un viaje por el tiempo (y por el amor), encontrándote con
peligrosos personajes y gente misteriosa.
Puntuación: ¡Muy bueno! Recomendado ♥ ♥ ♥ ♥ Los personajes completos y la originalidad de la historia
logran compensar el hecho de que se me haya hecho muy corta (¡necesito urgente
el segundo, Zafiro!).
ADVERTENCIA: Este libro te generará una peligrosa adicción
2 de septiembre de 2013
Capítulo 4 de Abnegados
Tal como prometí, hoy dejó el Capítulo 4 de Abnegados, el cual creo que quedó un poquitín más largo que siempre. Ah, y si lo lees, ¡comenta! ¡Comenta, comenta, comenta! :D
Capítulo 4
Decir que el comienzo
del viaje fue la locura en persona es quedarse bastante corto. Entre los
chillidos de entusiasmo de algunas chicas (algo totalmente exagerado, en mi
opinión) y los traqueteos que hacía el tren (los cuales te empujaban de un lado
a otro. Un chico pelirrojo llegó a caerse de su asiento. Nadie dejó de reír
hasta que el tren dobló hacia la izquierda y otras chicas se vieron empujadas,
cayendo sobre otros asientos), parecía un loquero. Y ni hablar de la cara de
Ian: la falta de humor y alegría más intensa que jamás se haya visto.
Cuando apenas había
pasado una hora, Ian se sumergió en un profundo sueño, con ronquidos y todo
incluido. Y yo me aburrí al instante.
Intentando no darle
una patada, bajé las piernas de su asiento y me paré con un molesto dolor de
cuello. El tren por fin parecía bastante controlado: los gritos se habían
apagado y varios no hacían otras cosas que escuchar música o hablar en un tono
de voz más normal. Otros habían optado por echarse una siesta.
Era extraño pasearse
por ese bamboleante tren. Y no, lo extraño no era el bamboleo, sino el ambiente
que tenía. El alma de abnegado es algo con lo que naces, ¿cierto? Bueno, en
cierto modo, todos los abnegados nacieron de una alma madre, por así decir. No
es que seamos todos hermanitos, porque si no entonces estaría un poco asqueada
al pensar en la cantidad de parejas abnegadas que conocía, pero el hecho era
que había varias conexiones entre nosotros. Una de ellas era la marca de
nacimiento abnegada, un patético círculo detrás de la oreja. ¿Acaso no podía
ser una increíble figura complicada, un pajarito o, no sé, algo más
interesante? No, tenía que ser un círculo.
En fin, otra de las
conexiones entre nosotros se puede detectar simplemente al ver los ojos de
cualquiera en ese tren. Si agudizas la mirada, llegarás a ver la segunda
“marca”, otro genial círculo. Este es plateado y brilla de vez en cuando (hay
una teoría sobre eso, pero nunca la supe). Y, al tener esas dos marcas, se
podía ver en el aire unos hilitos casi invisibles que nos unían a todos. Más
bien se sentían: aunque no los tocases, eran palpables en el aire.
En el tren había
tantos que me costaba mucho distinguir de dónde provenía cada uno. Sin embargo,
no había tantos como abnegados de dieciséis años que deberían estar
dirigiéndose al Instituto para su primer año de formación. Si eras de una
familia sumamente importante y tenías bastantes recursos, el Instituto te
concedía un año de “pre-preparación”. Absurdo, ¿no? Por lo tanto, iba a estar
otro nivel más abajo que otros, iba a saber menos que los otros y seguramente
me las arreglaría para hacer el ridículo de mil maneras posibles. ¡Genial!
Entre tantos
pensamientos, choqué a un chico pelirrojo, con millones de pecas en la cara y
unos ojos azules pequeños.
-¡Ey, mira por dónde
caminas!-masculló. Parecía que se había contagiado del mal humor de Ian.
-Lo siento. Tú también
podrías mirar, ¿sabes?
Me lanzó una mirada
furiosa. Y con eso terminó nuestro gran encuentro. Aunque logró dejarme una fea
mueca en la cara. Maldito pelirrojo con pecas.
Cuando volví a mi
asiento, Ian seguía dormido, seguramente soñando con quién sabe qué. Estaba
demasiado aburrida, así que llegué a la inteligente conclusión de despertarlo,
sabiendo que sufría el riesgo de encontrarme con un oso gruñón.
Bueno, se podría decir
que soy adivina.
-¡Suelta, Megary!-dijo
entre dientes.- ¿Qué hora es? ¿Ya llegamos?
-No lo sé y no.
Recibí una mirada
llena de odio.
-¿Y se puede saber por
qué rayos me despertaste?
-Emm… ¿necesito
socializar con alguien que no sea un malhumorado pelirrojo?
Ian mostró toda la
confusión del mundo.
-¿Qué?
-Olvídalo.
Ian se revolvió en el
incómodo asiento. Llevaba el cabello todo alborotado y los ojos cansados.
Varias veces lo había visto así; no dormía muy bien por las noches. Y tenía
ciertos motivos: pesadillas de la muerte de su hermanita menor y mi prima,
Apple, lo acosaban cuando dejaba cerrar los párpados. Ella tenía cuatro años,
él y yo, nueve. Fue un día espantoso para nuestra familia. Apple había logrado
escaparse de la casa, nadie sabe cómo, por la ventana.
La buscamos por todos
lados, horas y horas. Entrada la noche, Ian y André volvieron con gruesas
lágrimas en los ojos. Ian no podía controlarse, creo que ver esa imagen suya me
partió el corazón en mil pedazos.
Apple había sido
asesinada a cuchillazos.
Saqué la espantosa
imagen de mi cabeza tan rápido como pude. Al pestañear y encontrarme con el
pelirrojo mirándome como si estuviese esperando algo, comprendí que me había
perdido de algo.
-¿Tienes?-inquirió
alzando una ceja. ¿Si tenía qué?
-¿Eh?-solté.
-Unas
canicas.-respondió, como si fuese algo obvio.
Okay, estaba
totalmente perdida.
-¿Para qué quieres
canicas? Estamos en un tren en movimiento…-repliqué. Además que sería un poco
raro llevar canicas para un viaje de tres horas.- No creo que consigas unas.
Ian se rió a espaldas
del pelirrojo.
-Una chica tiene
problemas con la cabeza por las conexiones y no sé qué. Necesitan canicas o
algo de vidrio o cristal esférico para opacar los efectos.-me explicó. Canicas
para opacar dolores de cabezas… Nunca lo había escuchado.- Por cierto, él es ¿Jordan?
-Ethan.-lo corrigió el
pelirrojo.- ¿Tienes o no una canica?
Bueno, podrías
pedírmelo mejor, ¿no, Ethan? Malhumorado y además maleducado. Ese tren parecía
ser un infierno, tanto por la compañía como por el calor.
-No tengo nada. Puedo
acompañarte y ver si puedo hacer algo para ayudar…
-No.-masculló con
ferocidad.- Solo serás otro estorbo que añadir a la larga lista de chicas
estorbando en el asiento de… esto, ¿cómo era su nombre? Algo con Pat.
Tan delicado.
-Ey, no es necesario
hablarle así.-salió a la defensa Ian.- Cuida un poco tu lengüita, creo que está
un poco fuera de control.
-¿Con que fuera de
control, dices?
Me deslicé fuera del
asiento cuando Ethan se dio vuelta para enfrentarse a Ian. Si llegaba a haber
una pelea, dudaba mucho que ese pelirrojo pudiera con mi primo, quien había
asistido a clases de taekwondo durante ocho años.
Fui rebotando de pared
a pared del tren durante el largo recorrido hacia el asiento de la tal Pat.
Ethan tenía razón: un millón de chicas se precipitaban sobre una que parecía
mucho más pequeña. Su cabello rubio estaba bastante corto, por encima de los
hombros, y llevaba un flequillo bien peinado. Los párpados le temblaban y se
sujetaba la frente sudorosa con una mano pálida.
¿Es que esas muchachas
no se daban cuenta? ¡Eran ellas las que causaban el dolor de cabeza! Por favor,
solo pido un poco de cerebro.
-A ver, abran paso.
Empujé a varias
chicas, pero estas estaban firmes como postes clavados sobre el piso.
-¡Qué se muevan!-dije
un poco más alto. Varias retrocedieron asustadas. Ups.- Abran las ventanas y
déjenle espacio, la pobre no puede respirar porque todas están bloqueándole el
aire. Y… ¿a ninguna se les ocurrió que todas esas conexiones que están pasando
precisamente sobre su cabeza en este momento son de ustedes? Si no me equivoco,
esas conexiones provocan su dolor de cabeza así que…
Silencio de chicas
intimidadas y que acaban de reconocer lo tontas que son.
-¡Muévanse!
El grupo por fin se
abrió y se desparramó a lo largo del pasillo. Pat o como se llamara suspiró
aliviada. Sus mejillas comenzaban a recobrar color y los ojos se mantuvieron
abiertos, mirándome.
-Gracias. Creía que no
llegaría nadie para hacerlas entrar en razón.
-No hay problema.
Todos están un poco alterados, ¿no crees?
Sonrió y se apartó el
cabello de la cara. Tenía facciones delicadísimas, casi parecía una chica
frágil. Y, hablando de fragilidad, una nueva y fuerte sacudida del tren nos
tiró a casi todos al piso. Mascullé una incoherencia; me había golpeado contra
el borde de un asiento en la cabeza.
Sonó una campana
agudísima.
-Bienvenidos al
Instituto de Preparación para Abnegados. Por favor, bajen por las puertas
izquierdas. No se separen del grupo. Les recordamos que está totalmente
prohibido ingresar al edificio con chocolate, armas o artefactos humanos. Quien
sea sorprendido con cualquiera de los elementos antes mencionados, será gravemente sancionado.
»Esperamos que
disfruten de su estadía en el Instituto.
Se escuchó otra vez un
pitido y el tren comenzó a vaciarse en cuestión de segundos. Pat, la rubia de
aspecto delicado, había desaparecido de mi lado. Me apresuré a levantarme del
suelo del tren (todo lleno de polvo) y me sacudí los pantalones negros. Como ya
no quedaba nadie, no tuve apuro en deslizarme por una de las puertas del tren.
Y me quedé con la boca
abierta, bien coma una tonta, mirando el imponente edificio que se alzaba
frente a mí. Antiguo, enorme y… guau. Era de piedra gris, con una enredadera
trepando hasta atrapar algunas de las ventanas del primer piso. Estas tenían
verjas de color negro, con diseños complicados. A cada lado del edificio, se
alzaban dos altas torres, con tejados donde varias aves se posaban con elegancia.
El tren estaba a unos
veinte metros del Instituto; el grupo en
el que yo debería estar se encontraba cruzando sus puertas, cada uno con sus
respectivos bolsos. Genial, no había pisado el lugar y ya había roto una de las
reglas: no separarse del grupo.
-¿Te ayudo, Sia?-dijo
una voz gruesa a mi espalda. Di un saltito, sorprendida, y luego me giré para
encontrarme con un muchacho confundido. Sus rizos rubios le caían elegantemente
sobre sus ojos azules, de pestañas largas.- Ah, perdona. Creí que eras…
Alcé las cejas.
-¿Sia?
-Olvídalo. Soy un
estúpido que debería estar en otro lugar haciendo otra cosa.-dijo con un
resoplido.- Aunque puedo ayudarte, si quieres. ¿Tú no eres de las nuevas? El
grupo ya se fue.
-Ya lo sé, no hace
falta que me lo recuerdes.-respondí malhumorada.
El chico hizo una
mueca y al instante intenté controlarme un poco más.
-Lo siento, ha sido una
tortura el viaje. Gracias, igualmente.-respondí con lo que se suponía que debía
ser una sonrisa amistosa.
Nos quedamos los dos
allí, sin saber qué hacer. Bueno… en realidad era yo la que no sabía qué hacer.
¿Dónde estaba el vagón del equipaje? ¿Tenía que ir a buscar mi baúl o ya se lo
habían llevado?
El chico señaló hacia
atrás con la cabeza.
-Hay algunos
profesores que están terminando de llevar los bolsos de alumnos despistados. No
sé quién podía olvidar sus cosas, más en su primer año…
Que gracioso.
-…pero siempre hay
alguien.-finalizó con una sonrisa. Sin decir absolutamente nada, comenzó a
caminar hacia el edificio con las manos en los bolsillos. Tuve que apresurarme
para alcanzarlo.-Soy Trace Webber, ¿tú eres…?
-Megary Chassier.
Sus ojos se iluminaron
con una pizca de reconocimiento.
-¿Hija de Jason
Webber? Mis tíos trabajaban con él.
¿Se suponía que tenía
que sonarme su nombre?
Cuando quise darme
cuenta, ya nos encontrábamos frente a la gigante puerta de madera. No sabía si
tenía que tocar o qué, ya que la puerta estaba firmemente cerrada. Dejé que Trace
introdujera, curiosamente, su dedo en la cerradura.
-¿Qué…?-comencé, pero
Trace me ignoró mientras, luego de haber escuchado un clic, sacaba el dedo y se
limpiaba la sangre que manaba de un diminuto pinchazo.
La puerta comenzó a
abrirse con un crujido. ¿Él…? ¿Había…? Sonrió con suficiencia y me dejó pasar,
pisando lo que parecía una obra de arte. El suelo, de mármol gris, cubría un
larguísimo pasillo, donde había miles de puertas. Mi grupo, el que me había
abandonado en el tren, obstaculizaba mi vista para ver más allá, pero todo era
impresionante. Las paredes estaban cubiertas de fotografías, algo inusual
(estaban prohibidas en nuestro lado del mundo), todas de estudiantes de años
anteriores. También había pinturas increíbles decorando el entorno.
Parecía un castillo,
sí. Daba miedo y a la vez era de un cuento de hadas.
Mientras había estado
observando todo, Trace había desaparecido de mi lado. Todos con quienes me
había cruzado hoy, habían desaparecido como arte de magia. Fríos y arrogantes,
como los había descripto mi prima, y además misteriosos.
Busqué a Ian con la
mirada. No fue difícil, se encontraba contemplando con el ceño fruncido una de
las pinturas. Me acerqué por detrás de él sin hacer ruido.
Dio un saltito cuando
hablé junto a su oído.
-Gracias por esperarme.
Se recompuso con
rapidez y me miró divertido.
-De nada, primita.
-¿Sabes lo que
significa la ironía, verdad?
Lanzó una suave risa y
me tomó del brazo para sumergirnos en el mar de gente. Estaba a punto de
quejarme de todos los pisotones que estaba recibiendo (tanto en los pies como
en otros lugares bastante inusuales para ser pisotones), cuando me di cuenta,
razoné y casi grité. ¡Estaba en el Instituto! Daría la prueba de admisión, aprendería a luchar y sería
¿alguien distinto?
Aunque, ¿yo que iba a
saber? Este camino recién comenzaba.
Gracias al que se haya tomado el tiempo de leer♥
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